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El cuerpo es un maestro y, por tanto, una fuente de sabiduría interna que solemos pasar por alto. En el viaje hacia la autenticidad y el bienestar, a menudo buscamos respuestas en el exterior, sin ser conscientes de la necesidad de conectar con nuestro propio cuerpo para acceder a esa sabiduría.
A lo largo de la historia, diversas filosofías y prácticas han explorado la relación entre el cuerpo y la mente y en esa relación han destacado la idea de que el cuerpo puede convertirse en un maestro en sí mismo. Esta perspectiva transformadora ha sido plasmada en escritos y enseñanzas que nos invitan a tener a nuestro cuerpo como un guía esencial en el viaje hacia una vida más plena y consciente. En un mundo y en la sociedad occidental donde muchas personas vivimos, el Yoga y su práctica han degenerado hacia lo superfluo.
El bienestar físico, el estilismo y la imagen se colocan en el centro de unos supuestos objetivos a conseguir. Teniendo presente esa visión errónea, es necesario observar a nuestro cuerpo desde otra perspectiva, la original, la primitiva. Desde ella y no desde un punto de vista metafórico sino real, se le considera un santuario.
Por este motivo, al igual que en cualquier otro templo se guarda, se venera y se dice que habita la divinidad, en nuestro cuerpo reside nuestro Ser, nuestra mente, el Atman, lo divino. Tenemos que considerar que, gracias a los méritos y nuestro karma, es como un regalo que hemos conseguido para poder realizarnos en esta vida y, como tal, lo debemos considerar.
El propio Buda Gautama nos muestra lo valioso que es nuestro cuerpo cuando dice que, conseguir en un renacimiento un cuerpo humano es menos probable que una tortuga ciega que vive en el fondo de un océano y asciende para tomar aire una vez cada cien años meta la cabeza en un aro que está flotando en la superficie. De ahí, por tanto, que dado ese gran valor, el cuerpo es un maestro que nos despierta la consciencia.
Para el Yoga clásico, el cuerpo es un maestro que tiene una sabiduría innata y por esta razón, en lugar de considerarlo como un objeto que debe ser controlado, perfeccionado, esculpido, modelado o incluso dominado, se nos enseña a entenderlo y tratarlo como un compañero en nuestro viaje a través de la vida. La premisa fundamental es asumir que el cuerpo es un maestro y sabe cómo funcionar y adaptarse de manera óptima si le permitimos hacerlo. A menudo, nuestras acciones, preocupaciones y ansiedades interfieren en esta capacidad natural.
El cuerpo es un maestro en la respiración
En el Yoga clásico, podemos pensar que con la respiración y mediante la técnica de los Pranayamas buscamos la regeneración y purificación física, la activación energética o el despertar la energía espiritual latente denominada Kundalini Shakti.
Sin embargo el acto de respirar es algo más pues no solo es esencial para la vida en sí, sino también como un puente que conecta el cuerpo y la mente. Al prestar atención a la respiración, podemos sintonizar con las sensaciones y ritmos internos. Al respirar conscientemente el cuerpo es un maestro que nos lleva a detectar y reconocer tensiones acumuladas, bloqueos emocionales y liberar esas áreas de tensión, lo que a su vez contribuye a una mayor flexibilidad y fluidez en la vida cotidiana.
El cuerpo es un maestro que nos lleva a una escucha activa
Escucharlo es una habilidad esencial pues se comunica constantemente con nosotros a través de sensaciones, impulsos y emociones. Al aprender a prestar atención a estas señales, podemos comprender nuestras necesidades y deseos más profundos. Cuando hacemos caso omiso de estas señales, corremos riesgos, empezando por problemas físicos, somatización de aspectos psicológicos y finalmente terminar desviándonos de nuestro camino auténtico.
La práctica del Yoga como guía
En nuestro viaje de autodescubrimiento, el Yoga clásico emerge como una práctica que puede servir como guía. Es un error y una visión simplista pensar que esta ciencia milenaria se trata solo de posturas físicas o Asanas; es un camino hacia la integración del cuerpo y la mente. A través de su práctica el Yoga nos hace darnos cuenta de que el cuerpo es un maestro con el que exploramos nuestra relación con la gravedad, con el suelo, con nuestro entorno, en la medida que también es nuestro límite físico. Aprendemos también a movernos y estar con el flujo de nuestra energía, con suavidad más que forzando y empujando.
El cuerpo es un maestro que nos lleva a reconocer la importancia de la no-violencia
Una de las enseñanzas subyacentes en este enfoque es la importancia de la no-violencia hacia nosotras y nosotros. En lugar de tratar al cuerpo como un enemigo a vencer o una obra de arte que debe ser esculpida, buscamos tratarlo con delicadeza, dulzura, amabilidad y la paciencia. La no-violencia nos lleva a escuchar nuestro cuerpo sin juicio ni crítica, permitiendo que florezca en su propio tiempo y ritmo.
Teniendo conciencia en el movimiento el cuerpo es un maestro
En lugar de ejecutar movimientos mecánicos uniendo postura tras postura como si fuese una tabla de gimnasia, nos sumergimos en la experiencia de cada movimiento. Al hacerlo, no solo ganamos destreza física, sino que también fortalecemos nuestra conexión con el cuerpo. Cada postura, cada gesto, se transforma en una oportunidad con la que aprender más sobre nosotras y nosotros y el mundo que nos rodea.
El cuerpo es un maestro con el tiempo
En la filosofía que subyace en el Yoga clásico el tiempo y la paciencia son de suma importancia. A menudo, estamos atrapados en la prisa y la urgencia, queriendo resultados rápidos y drásticos y una evolución palpable. Sin embargo, el cuerpo es un maestro que nos enseña que el cambio real y profundo lleva tiempo. La transformación es un proceso gradual y continuo que no se puede acelerar sin consecuencias. Tampoco todas las personas tenemos la misma constitución física ni el mismo nivel de consciencia con lo cual los cambios no son iguales ni suceden a la misma velocidad en todas las personas.
El cuerpo es un maestro en la enfermedad
Aunque será motivo de otro artículo, en esta situación es cuando verdaderamente se muestra como un maestro y en donde hay una oportunidad, difícil y muchas veces dolorosa, para realizar un trabajo de integración de cuerpo y mente.
Normalmente vivimos desdoblados y separamos estas dos dimensiones de nuestra existencia. Sin embargo, el cuerpo y la mente están intrínsecamente conectados. En la enfermedad hay una mayor atención al cuerpo, un mayor vínculo, podemos tener más facilidad de despertar a las sensaciones y que la conexión de cuerpo y mente sea mayor. Es una situación en la que el cuerpo es un maestro que nos lleva a la unicidad, a la integración de todas nuestras partes, con lo que terminamos reconociendo que somos seres holísticos.
En resumen, cuando las enseñanzas del Yoga clásico nos dicen que el cuerpo es un maestro, lo que se nos anima es a mirar en el lugar inesperado: dentro de nosotras y nosotros. Con lo cual en última instancia y en un mundo lleno de distracciones externas nos muestran que el viaje hacia la autenticidad y unicidad comienza desde adentro, con el cuerpo como maestro silencioso que espera ser escuchado.
El camino que nos asusta es el correcto,