Brahmacharya es una palabra de difícil traducción en sánscrito; podríamos darle algunas de las siguientes traducciones: “seguir a Brahman”, “la verdad absoluta”, “convertirse en un dios”, “ser un dios”, “ser el maestro que sigue a Brahman”. En sí nada que de entrada nos diga en que consiste exactamente.
Haciéndolo de una forma un poco más entendible, podemos decir que Brahmacharya significa acercarse a la realidad última, a la auto-realización a través de la conservación de la energía sexual.
Brahmacharya es un tema controvertido y mal interpretado en occidente. Estamos impregnados de una cultura judeo-cristiana, diferente a la oriental y que en algunos casos nos lleva a realizar adaptaciones y traducciones basadas en esa cultura y en determinados tabúes o concepciones que son diferentes o no existen en otras culturas o tradiciones.
Cuando Patañjali en sus Sutras del Yoga habla de Brahmacharya, no lo define, sino que va directamente a sus efectos diciéndonos lo siguiente: “cuando el Brahmacharya es estable, el yogui obtiene una gran energía y poder”.
El Brahmacharya no supone realmente una serie de técnicas como en las Asanas, Pranayamas, etc. Al estar inscrito dentro de lo Yamas, es más una actitud que junto con los demás, nos lleva a ir modificando y preparando nuestra mente. Pero Patañjali habla de “energía”, de estabilizarla, en definitiva de conservarla y por tanto debemos ser conscientes que tenemos una energía determinada y que a lo largo del día utilizamos e incluso desperdiciamos a través de los sentidos una gran cantidad de esta energía vital llamada también Prana.
Desde este punto de vista, la energía sexual es una transformación de esa energía vital. Está presente y la utilizamos en nuestro día a día, no ya solamente cuando tenemos relaciones sexuales, sino en la calle, la oficina, trabajo, etc.,. Hay que pensar que los impulsos, reacciones y actitudes que tenemos y que denominamos “primarios” son expresiones de esta energía. Es una energía, por tanto, que se “utiliza” y “pierde” ya sea de manera necesaria (procreación, en la relación de pareja, etc.), o no.
En la práctica del Yoga, entre otras cosas, aprendemos a utilizar nuestra energía vital o Prana de manera que desbloquee y fluya por nuestro interior a través de los canales, los nadis y chakras; a que surja y se expanda una consciencia, despertar la Kundalini, para alcanzar el estado de gracia y paz interior, de liberación absoluta.
Es por ello que Patañjali nos dice que si preservamos esa energía sexual o el Prana “transformado” en esta energía, iremos adquiriendo cada vez más “poder” desde el punto de vista de la evolución natural del ser humano, adquiriremos estados de una mayor consciencia, la energía no se perderá por los chakras inferiores y ascenderá por el canal central hasta producirse la expansión y unión.
Pero, aunque lo pueda parecer, Brahmacharya no significa represión. Podríamos hablar de celibato, pero el celibato es algo represivo y aquí es donde quizá entra nuestra influencia cultural occidental. La imposición radical de no sexo implica represión pues, por más que una persona lo asuma de forma general no estará libre, debido a esa imposición, de la utilización de la energía vital en forma sexual bajo sus distintas manifestaciones (mental, física, de palabra).
Por tanto, aquellos que suprimen su sexualidad de forma radical suelen convertirse en personas más tristes, enfadadas e incluso violentas, aunque no lo parezcan.
Tradicionalmente, Brahmacharya era practicado por los jóvenes estudiantes de los textos sagrados y jóvenes yoguis hasta que llegaban a un periodo de la vida en la que se casaban y tenían hijos, para en su última etapa, dedicarse a la búsqueda interior y el despertar, volviendo al Brahmacharya.
De una forma más moderna podemos decir que el yogui o la yoguini llegan al Brahmacharya de forma natural en la medida que van desarrollando, integrando y perfeccionando los demás Yamas. Uno muy significativo e importante por su vinculación con el Brahmacharya es Ahimsa o no violencia.
Es curioso observar como violencia y sexo están directamente relacionados. La violencia necesita de la energía sexual ya que en el fondo es como una forma de “penetración”.
Podemos observar esa asociación en nuestra vida cotidiana, a través del cine o desgraciadamente en las guerras, donde el sexo está muy presente en la lucha, defensa y ataque de territorios, violaciones, buscar la derrota del enemigo, en donde la energía se concentra en los chakras inferiores, desequilibrándolos, vinculándose a actitudes primarias o tamásicas, semejante a los machos en el reino animal compitiendo por acceder sexualmente a las hembras.
La violencia crea una transformación de la energía vital en energía e impulso sexual para terminar perdiéndola. A medida que una persona es más violenta o agresiva, crea más energía sexual, la manifieste o no. A lo largo de la historia sabemos de numerosos casos en donde personajes históricos violentos tenían paralelamente historias sexuales intensas.
En la medida que Ahimsa o no violencia en primer lugar y los otros dos Yamas, Asteya o no robar y Satya o ser honestos, van formando parte de nuestras vidas, la consciencia va adquiriendo un nivel más universal, tenemos cada vez más presente al “otro”, entendemos que no es “otro” sino que somos iguales y por tanto “uno”, empatizamos y nuestras relaciones pasan cada vez más a estar basadas en el amor y no solo en el sexo puro y duro.
En una relación de pareja, Brahmacharya se manifiesta a través de la fidelidad en la pareja, tanto en acción como por supuesto de palabra y con nuestra actitud mental (fantasías, etc.). No tiene sentido si existe el amor en una pareja y la relación se basa en la comprensión y este amor, pensar, hablar desde un punto de vista sexual de otra persona o tener relaciones al margen de la pareja.
En la medida que avanzamos en el Brahmacharya, las energías masculina y femenina se van también armonizando cada vez más, desaparecen las actitudes de dominación y alfas, para pasar a considerarnos primero seres humanos y basar nuestras relaciones en el amor.
El camino que nos asusta es el correcto,
Muy bueno, gracias. Me ayudó.
Gracias, me ayudó a comprender mejor 🙂
Gracias por compartir con generosidad tu camino!