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Aparigraha se traduce desde el sánscrito como no apego a las cosas y por tanto también el no apego a su posesión. El término puede producir confusión y llevar a pensar que desarrollar el Aparigraha implica vivir en la indigencia. No es así, aunque para muchas personas la austeridad pueda surgir y formar parte de su camino espiritual, como por ejemplo los Sadhus en India, místicos cristianos o sufíes musulmanes.
Aparigraha es el quinto y último Yama; de los otros ya te hablé en artículos anteriores: (Ahimsa, Satya, Asteya y Brahmacharya).
En la filosofía en la que se sustenta el Yoga clásico basado en los Sutras del Yoga de Patañjali, el sufrimiento se experimenta y perpetúa, entre otros factores por el aferramiento y apego a las cosas, a su posesión o sentido de pertenencia y a considerarlas imperecederas. El desarrollo del Aparigraha te conduce a aceptar que todo está en continuo cambio y evolución, surgiendo y desapareciendo con un principio y también un final, por lo que cualquier forma de vida que te lleve a hacer acopio de cosas innecesarias y sobre todo lo más importante, a considerarlas como permanentes e imperecederas es una forma de encadenamiento cada vez mayor al sufrimiento y por tanto a la no liberación.
De ahí que la práctica del Aparigraha te lleva de forma natural a vivir de una forma sencilla, con unos mínimos pero lo que es más importante, planteándote constantemente si lo que tienes delante (nuevo coche, casa, nuevo móvil, etc.) o incluso nuevos objetivos profesionales o sociales realmente los necesitas o más bien obedecen a un intento de satisfacción y de buscar una felicidad fuera de tu interior; por otro lado efímera y que dada esa fugacidad también es origen y es de la misma naturaleza que el sufrimiento.
En la medida que evolucionas en este quinto Yama, también vas tomando más conciencia de la conexión que tienes con todo y de los efectos, fundamentalmente relacionados con ese sufrimiento, que generas con tus acciones y tus apegos sobre otros seres vivos e incluso nuestro planeta Tierra.
En este ejercicio de tener constantemente presente que las cosas no son eternas y no duran para siempre, en la medida que en tu interior va desarrollándose el Aparigraha se va modificando tu visión de la vida y vas aceptando que existe una muerte o desaparición de todo lo compuesto, incluido tú.
Te hace cada vez ser más consciente que tu propia muerte no se puede evitar, que puedes marcharte en cualquier momento y que cuando llegue, por muchas cosas que poseas, nada de lo que hayas tenido y a lo que te hayas aferrado podrá ir contigo. Excepto aquel karma que hayas generado. Te irás, como decía el poeta español Antonio Machado, “… ligero de equipaje como los hijos de la mar.”. Por tanto, una reflexión a considerar con la que empezar el desarrollo del Aparigraha sería: ¿es realmente bueno aferrarte a todo ello?
Si te detienes por un instante a observar tu propia vida y como todo va cambiando: edad, estado de animo, sabiduría, personas que aparecen y desaparecen de ella, aparatos que se estropean y rompen, la transformación del entorno medioambiental, etc.; si te fijas en la cantidad de cosas que tienes y no necesitas o incluso aquellas que haces simplemente por moda, inercia, por un supuesto y cuestionable confort o mejor calidad de vida, te darás cuenta que no son para siempre; pero aun así te aferras a ellas.
Extiendes tu sensación de “yo” y “mío”; pasas a ser un cuerpo físico unido a numerosas cosas que forman parte ti como si fuesen tu propia piel, con lo cual el sufrimiento inevitable derivado de su pérdida o la necesidad de mantenerlas puede ser equivalente al que se origina cuando una parte de “mi” o “yo”, de mi cuerpo, se lastima o desaparece.
Si piensas y reflexionas constantemente sobre lo inevitable y la inminencia de la muerte, tu propia muerte, como algo que forma parte de la vida pero en la que el “yo” o lo “mío” se disuelven y desaparecen de forma implacable, surge y se desarrolla en ti el Aparigraha, el quinto Yama; el no aferramiento ni apego a las cosas, ni tampoco a las proyecciones mentales del pasado o el futuro.
Cuando esto sucede te das cuenta entonces que no puedes considerar como tuyo algo que está condenado a desaparecer, que posiblemente estuvo además antes que tú y quizá lo seguirá estando después que te marches, por lo que intentar retenerlo a toda costa y además en el estado como te gustaría que siempre estuviese produce una fuente de sufrimiento constante.
Patañjali cuando habla de Aparigraha expone claramente que si lo alcanzas conseguirás la sabiduría y el conocimiento del porqué y el cómo de la existencia y entonces descubrirás quién realmente eres, de donde vienes y cuál es tu lugar en esta vida.
El desarrollo y realización de Aparigraha lleva también un ascenso de la energía desde los chakras inferiores a los superiores o espirituales o de evolución personal. En los inferiores es donde reside la inercia, el anhelo o el impulso de tener y de alguna manera de luchar; actitudes rajásicas y tamásicas que te mantienen en el ciclo de sufrimiento sin fin llamado “Samsara” derivado del deseo de posesión y su mantenimiento, su defensa, retención y a partir de ahí el querer que no cambie y se perpetúe tal y como te gustaría.
Vivir en el contento, aceptando que los cambios son inevitables y por tanto dejando a un lado y renunciando al sufrimiento que se genera cuando no se asumen esos cambios; no plantear resistencia, tener claro y preguntarte constantemente, cómo quieres vivir y qué es lo que necesitas para ello y, a partir de ahí, disfrutarlo el tiempo que dure y vivir con alegría sin temor a la pérdida, porque inevitablemente se producirá sea lo que sea, te lleva a liberarte de las cadenas, te hace libre y lleno de dicha, inmensamente más feliz y te conecta con la sabiduría que reside en tu interior.
El camino que nos asusta es el correcto,
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