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Patañjali establece la sinceridad, la honestidad o Satya, en sus Sutras del Yoga como el segundo compromiso ético que un yogui tiene que asumir en su camino hacia la verdad. Ser honestos es algo necesario e imprescindible en cualquier ámbito de la vida, pero en un camino espiritual y de realización como es el Yoga aún más.
Por tanto, en esa búsqueda de la verdad no se concibe a un verdadero yogui que mienta, engañe, manipule, confunda y/o genere división. Es el segundo Yama a cumplir después de la no violencia.
Pero la sinceridad, honestidad o Satya como propone Patañjali, no es algo tan sencillo de llevar a cabo como parece. Primero tenemos que empezar siendo sinceros y honestos con nosotros mismos.
En lo más profundo de nuestro interior es imposible engañarse o mentirse a uno mismo. Sabemos quien somos, como somos y que somos, pero a lo largo de nuestra vida, a unos más y otros menos de acuerdo a nuestras vivencias personales, el condicionamiento y la influencia que hemos tenido a nuestro alrededor, hemos ido desconectándonos de ello, mirando hacia otro lado y cubriendo nuestra esencia de una armadura que, parafraseando al libro, se encuentra totalmente oxidada. La honestidad y la sinceridad que propone Patañjali en sus Sutras del Yoga es reconocer, aceptar y ser quien somos y lo que somos.
“Soy quien soy y me acepto”. O también el lema que figuraba a la entrada del templo de Apolo en Delfos en la antigua Grecia: “Conocete a ti mismo”. Por tanto es necesario un trabajo de búsqueda interior y de reconocimiento a través de la aceptación para llegar a conectar con esa sabiduría.
En la medida que vamos reconociendo y dejando que surja y transpire nuestra verdad, junto a una actitud de paz representada por el primer Yama, Ahimsa, se va despejando el camino, nuestra vida va siendo cada vez más genuina, más auténtica, lo cual no quiere decir más “original” y que nos lleve a hacer cosas “diferentes”, a vernos de pronto con la misión de hacer grandes cosas, de ser los “enviados por los dioses para salvar el mundo” y un largo etcétera, que puede ser la manifestación más reaccionaria de nuestro ego, convirtiéndonos en “materialistas espirituales”, como lo define un gran maestro de meditación.
Más bien al contrario, la honestidad nos lleva simplemente y de una manera sencilla y natural a empezar a ocupar nuestro lugar, el espacio-tiempo que nos ha tocado vivir, lo cual le da autenticidad y dimensión a nuestra existencia, aunque solamente sea “hacer bien la cama todos los días”.
No todos en la anterior vida fuimos sacerdotes del antiguo Egipto o grandes guerreros de las tribus guerreras indias ni mujeres de poder en las sabanas africanas. Quizá solo fuimos aquellos que les construían los templos y tiendas o les cocinaban la comida.
La honestidad nos lleva a reflexionar, en el presente y desde el presente sobre nosotros y nuestro entorno; a desarrollar lo que se ha venido en llamar un “pensamiento crítico”, a configurar y mantener un sistema de valores, creencias o ideología que nacen desde nuestro corazón y cuyos pilares más importantes son el amor y la compasión, vivir de acuerdo a ellos, convirtiéndonos así en personas íntegras ante la vida.
Honestidad o Satya no es sinónimo de rigidez o seriedad. Aunque pueda parecer que alguien honesto es serio, grave, sin sentido del humor y sin amplitud de visión, encerrado en si mismo. En la medida que vamos alcanzando niveles más profundos en esa autenticidad le vamos sonriendo a la vida y ella nos sonríe, no tenemos nada que ocultar, pues somos quien somos y eso nos colma de felicidad, frescura y plenitud. Valoramos la vida y la vivimos plenamente. En ese estado, ¿cómo puede ser posible engañar, mentir o manipular?
Ser honestos o sinceros, no ya solo con nosotros mismos sino además con nuestro entorno familiar, social, económico y medioambiental va entrelazado a nuestro reconocimiento interior. No es nada fácil; supone estar en permanente atención en primer lugar hacia nuestros pensamientos y posteriormente hacia nuestras palabras y acciones en la interacción que tenemos con el mundo.
Honestidad o Satya supone también aceptar que, como seres humanos somos todos iguales y por tanto sin derecho a “criticar” a los demás sobre la base de sus actuaciones u opiniones, pues la visión de la realidad no es algo absoluto y nosotros no estamos en posesión de la “única verdad sobre la realidad” ni somos mejores para poder considerar que lo nuestro es lo bueno y verdadero. Junto con la no violencia, surge entre otras la tolerancia y el amor en primer lugar hacia el resto de seres humanos y finalmente al resto de seres.
Actitudes respecto a los demás, hacia nuestro entorno social como la mentira, el engaño, la crítica, la manipulación, generar confusión o división con el fin de salir beneficiados nos alejan de esa honestidad y de esa verdad, pues si se analizan no surgen de nuestro corazón, sino que obedecen a apegos, frustraciones, actitudes egocéntricas, celos, envidias, sentimientos de inferioridad, baja autoestima, etc. Los velos del espíritu, necesarios de reconocer y aceptar para poder superar.
En sánscrito, “Sat” significa eterno, la verdad que está más allá de todo conocimiento; “ya” significa hacerlo, llevarlo a cabo. A un nivel más profundo e interno en la práctica del Yoga, Satya representa por tanto la actividad que nos lleva a realizar y conectar con esa verdad última que está dentro de cada uno de nosotros.
El camino que nos asusta es el correcto,
Luz amparo dice
Muchisimas gracias por este mensaje, me ha llegado en el momento justo.
Hari Om Tat Sat-
David Illán dice
Gracias a ti por seguir mis publicaciones. Namasté